martes, 12 de diciembre de 2017

Lo que aprendo

Leí una vez por ahí en esos cartelitos de facebook, que 

            DISCUTIR CON UN IDIOTA ES COMO MONTAR EN BICICLETA ESTÁTICA.  
                             TE ESFUERZAS, SUDAS Y NO ADELANTAS NADA

Y además duele
Y ya no discutes. Y ya no tienes discusiones inútiles o con gente sorda, taliban o cerril porque sabes que te vas a casa con mal cuerpo. Muy mal cuerpo. Con la ira y la rabia de quienes es difícil sacarnos de nuestras casillas y que tal vez por eso mismo, cuando salimos, la inercia nos hace gravitar en la órbita de la "malahostia" lo que parece una eternidad. Un lujo que no me puedo permitir.

Y vas y lo aprendes. Y lo pones en práctica, y te apuntas a aquello de

NO HAY MAYOR DESPRECIO QUE NO HACER APRECIO

y hale! que les den!

Cuando le pasa a otra persona, es otro cantar

¿Qué hacer cuando ves que una persona que confía en tí profesional y personalmente se está exponiendo a que la hieran inútilmente? 

Cómo abogada, y con toda mi buena intención sé que no debo, porque no puedo ni sé, "educar" a nadie. No soy psicóloga ni terapeuta  ni especialmente ducha en la gestión de conflictos. Sé lo que la experiencia propia o ajena ha tenido a bien lanzarme a los morros. Y lo que aprendo lo sé.

Me gustaría poder convencer a esa madre, esa abuela desesperada por que no ven a sus hijos o nietos para que no entraran en conflicto dialéctico con el hijodelagranputa porque si entran en su terreno les gana por experiencia. Y lanzan dardos, hieren sin piedad. Hacer daño por hacer daño. ¿Cómo convencer que no entren en esas guerras dialécticas que tiene perdida de antemano cuando el contrincante les gana por nivel acreditado de hijoputismo, crueldad y falta de escrúpulos? 

Ya que al parecer no existe el síndrome de alienación parental, hablaré de hacer participe a los hijos en discusiones que no les competen ni deben conocer. Hablo de alimentar odios y rencores contra el otro padre o madre, hablo de regocijarse y reforzar, alimentar y premiar el desprecio al otro, anteponiendo el orgullo propio y el revanchismo al bienestar de los hijos que tanto se manifiesta querer.

Sí, hay malas personas.


No hay gente con sus circunstancias que haya que ponerse en su lugar.


No.


Hay malas personas.


 Me ha costado, pero ya me ha entrado en la mollera. 

 
foto: desmotivaciones.es